Mariane Ibrahim tiene el placer de presentar Ligne(s) de vie, una exposición individual de Slimen Elkamel, cuyas figuras flotan a través de espacios teatrales, liberadas del realismo y de la fuerza de gravedad.
Pintando sobre lienzos preparados con negro, Elkamel hace surgir sus imágenes a partir de miles de diminutos puntos de pintura acrílica, como un alquimista que abre las fauces de una bestia hecha de obscuridad para extraer de su interior la luz devorada —una luz que devuelve al mundo, ondulante y efervescente.
Anclado en las tradiciones orales del Túnez rural y nutrido por una práctica diaria de escritura, Elkamel concibe el relato como una materia plástica, flexible, que se transforma con cada nueva versión, volviéndose más intensa, conmovedora o alegre según el momento. Como los cuentos que nunca se cuentan dos veces de la misma manera, sus pinturas son narraciones abiertas que vibran entre la memoria, la emoción y el color.
Formalmente, el artista habita un espacio semiabstracto, sin perspectiva, tanto narrativo como autorreferencial, en el que crea universos autónomos que evocan tanto las ficciones visionarias de Henry Darger como los mosaicos de antiguas civilizaciones mediterráneas. Su construcción pictórica en capas recuerda a la de los primitivos italianos, donde los planos narrativos se apilan entre montañas, bosques y cielos.
El lenguaje visual de Elkamel, impregnado de realismo mágico y de una sensibilidad ecológica, ofrece una meditación sensual sobre la transformación, la memoria y el renacer, en una relación renovada con el mundo natural. Su técnica resuena con la historia de la reproducción mecánica de la imagen, en la que el color emerge del ensamblaje preciso de puntos microscópicos dispuestos en cuadrículas ordenadas. Pero Elkamel altera esta lógica: sus puntos se liberan del alineamiento, negándose a fundirse en una sola imagen. Ese gesto se convierte en una forma de resistencia, una invitación a apartarse del mundo pixelado y normativo de la reproducción en masa, para acercarse a un espacio más táctil, analógico: un mundo vibrante e imperfecto, como el ritmo mismo de la naturaleza.
En Ligne(s) de vie, Elkamel nos invita a desacelerar, a reorientar nuestros sentidos hacia la intuición, la imaginación y a una mirada atenta. Su obra nos recuerda que el descanso, al igual que el ensueño, es generativo; y que en ese soñar con la tierra, podemos redescubrir otras formas de ser, de devenir y de pertenecer.
- Marisol Rodriguez